Chicos y chicas de grado quinto continuamos con nuestro escrito sobre los cambios en el siglo XIX
Los criollos gustaban mucho de las
carnes. Para un banquete especial o para
acompañar un buen puchero, se acostumbraban jamones, capones, gallinas,
terneras, novillos. Eran muy comunes y
considerados de buen gusto, los dulces como el manjar blanco del Valle del
Cauca, el bocadillo de Vélez (Santander), las cocadas de Cartagena y los
caramelos cristalizados de Zipaquirá, entre otros. Los amasijos horneados,
también hicieron parte de las preferencias culinarias de la población
colombiana. Estos se elaboraban con
harina de maíz, ya que no eran muy común el consumo de trigo.
La mayor parte de campesinos obtenían el
dulce de la producción de mieles y panela de sus parcelas o de las haciendas
donde trabajan, y con ellas abastecían a los pueblos.
La base de la alimentación de la mayor
parte de la población colombiana del siglo XIX, fue el maíz, la papa, la yuca,
la arracacha y el plátano que eran comunes en las sopas y los cocidos de cuatro
comidas diarias, y se acompañaban con agua de panela o de chocolate de
sobremesa.
FORMAS DE
VESTIR
Desde la colonia, la ropa se había convertido
en un símbolo de lujo ostentación y diferenciación social. Por eso, todos y
todas querían vestir con ropas extranjeras.
Las personas se asentían bien vistiendo ropas finas, aunque fueran
incomodas. Indígenas, mestizos, blancos
pobres, negros, criollos, todos los grupos sociales consideraban que un buen
vestir les daría respeto.
Las cosas que se necesitaban en las casas,
generalmente se fabricaban ahí mismo, ya fuera en viviendas humildes o lujosas;
jabones, pólvora, embutidos, tintes, chocolate, vinagre, velas entre
otras. Para esto se destinaba un lugar
especial, tiempo y se encargaba la labor a ciertas personas.
Muchos de los utensilios modernos
fabricados en Europa para facilitar la vida doméstica de las familias
adineradas, no llegaron a Colombia sino hasta después de las reformas de mitad
de siglo. Fue así como se importaron
algunas cocinas, ollas especiales, pianos, violines, muebles que llegaban a
precios muy elevados, por las dificultades de los caminos.
Así mismo, en aquel tiempo las familias distinguidas decidieron construir cafés y restaurantes en Bogotá, para disfrutar de costumbres y banquetes de comida internacional, con el fin de distinguirse de los sectores populares, y quienes consideraban personas toscas y de mal gusto. A fines del siglo XIX, fueron apareciendo fábricas de alimentos, medicinas y productos de tocador, que mostraban un mejoramiento en la vida material de las personas.
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